Hemos hecho alusión a Sartre, el intelectual patentado y matriculado de las últimas generaciones. Se dice que muchos políticos de la "Izquierda Divina" de Francia le consultaban a menudo. Tal vez sea por tal motivo que las izquierdas no llegaron al poder en ese país hasta después de su muerte.
La costumbre de consultar a los intelectuales en cuestiones políticas es casi inveterada en ciertos países de gran tradición democrática. Ahí tenemos, por ejemplo, a Voltaire, filósofo y literato de primera fila, que alcanzó su nivel de incompetencia cuando aconsejó a Luis XIV que cambiara a los ingleses el Canadá por la pequeña isla de la Martinica. El filósofo que quiso ser político, en efecto, definió al Canadá como "quelques arpents de neige" (unas hectáreas de nieve).
O Sócrates, un gran filósofo y profesor que alcanzó su nivel de incompetencia cuando quiso convertirse en su propio abogado defensor y consiguió que la petición de destierro por parte del fiscal se transformara en una pena de muerte por parte del juez.
O Julio César, uno de los mayores generales de todos los tiempos, que fue demasiado confiado en sus relaciones con los políticos y eso le costó la vida.
O el general-presidente Ulyses Grant, gran práctico y teórico del arte militar y el único guerrero. americano tomado en consideración por los estudiosos alemanes, que al pasar a la política fue elegido Presidente de los Estados Unidos y luego reelegido pese a que en ambos términos de su mandato acumuló más errores que ninguno de sus predecesores y presidió los mayores escándalos administrativos de la historia de su patria. Pese a lo cual, el Pueblo Soberano que lo había elegido y reelegido lo habría ciertamente, elegido una tercera vez de no haber impedido los notables de su partido que se ocuparon de que no se volviera a presenter.
O como Don José Ortega y Gasset, gloria del pensamiento hispano, que alcanzó su nivel de incompetencia como diputado de la II República Española, pasando dos años sentado en su escaño sin apenas pronunciar palabra ni escribir tampoco nada relacionado con su nueva actividad política, como no fuera el celebre "No es eso ... No es eso ..." dando a entender que los que se consideraban sus discípulos no habían comprendido nada.
O como Thomas Mann, Premio Nobel de Literatura que alcanzó, igualmente su nivel de incompetencia al hacer vaticinios de tipo político cuando afirmó, en una rueda de prensa que no habría guerra porque los alemanes sabían muy bien que los polacos con o sin ayuda de las democracias occidentales les derrotarían fácilmente en unas semanas .
El autor es un aprendiz de la vida
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